Día 3.
Me despierto. Lo primero que hago es tomar mi radio y mandarle un mensaje. No tengo respuesta. "No hay problema, está trabajando. Al rato que llegué espero y me conteste". No contestó... Ni modo, me dije, algo habrá ocurrido o esperará mi llamada más tarde.
Pasan las horas, y llega la entrada a mi trabajo. Le marco, y contesta. Y platicamos amenamente como por 15 minutos. Hasta que llega mi despedida. Al momento de despedirme, noté que su tono de voz cambió, fue un tono de sorpresa, extrañeza y quizá un poquito de tristeza. No era la misma despedida de siempre. No puedo hacerlo así. Tengo grabado en la cabeza el espacio que tengo que darle, y seguir con los mismos patrones no va a ser bueno. Ella mismo me lo dijo: "No quiero que me hagas esto difícil". Y lo estoy haciendo. Con todo el pesar de mi corazón, pero lo estoy haciendo. El jugar el papel de amigo en estos momentos difíciles para ella es lo mejor.
Todo el santo día no pude sacarme de la cabeza su rostro. Su sonrisa. No pude evitar el extrañarla, pero de una forma tremenda. Me hace falta...
Llego a casa, y tengo un mensaje suyo. Una charla normal sobre su día y cosas que le pasaron. Le contesto siguiendo el mismo patrón. Aunque.. Cierra el mensaje con lo siguiente: "No me olvides". Esto no se lo contesto... Pero aquí si puedo hacerlo público. Esto quería decirle, pero no quise escribirlo:
Me dices que no te olvide... Es imposible olvidarte. Eres mi todo. Y en estos días que pasan y que no estoy contigo, siento que mi vida es una mierda. Me haces falta. Extraño decirte te amo. Extraño tu risa, tu cara.... Extraño a mi mujer... Pero tengo que aguantarme... Espero desesperadamente el día en que me digas: Oscar, vamos a comenzar de nuevo, te amo...
Y me cuesta trabajo resignarme a que esto no va a ser mañana...
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