12 de enero de 2012

Carmen...

Bueno, este es mi primer post del 2012, ya ni chance de hacerme mi autofestejo por el segundo aniversario del blog. Pero en fin. En este momento, quiero aprovechar mi espacio para hablar sobre lo que me ocurrió el día de ahora. Un evento hasta cierto punto increíble y que vino a tocar ciertas fibras emotivas en mi, algo que me movió, y que me hizo darme cuenta de muchas cosas, entre ellas, que no soy de piedra, o que ya no soy tan "seco" como pensaba, que hay cosas que logran emocionarme de sobremanera, que todavía la vida me sorprende, me entristece, y estos acontecimientos me recuerdan que soy humano...
Si no lo había mencionado anteriormente, trabajo en un casino. Relaciones públicas mi puesto. Casi un año fomentado la ludopatía. Relacionándome con gente de toda clase, de todo nivel, de todas las edades. Hasta este día, creo que me he ganado la confianza o no sé que cosa con los clientes que llegan ahí. Es mi segunda casa, mi segunda familia como dicen muchos de los que se encuentran y visitan la sala. Pero nunca creí que me fuera a pasar lo siguiente. Daré un preámbulo del asunto. Carmen, una cliente frecuente desde que entré. Se ha ausentado bastante las últimas semanas. Sus visitas se hacen irregulares. Cuando la llego a ver, la cuestiono. Su respuesta. "Ay mijo, es que mi esposo esta un poco enfermo. Ya no puede andar para arriba y para abajo como antes". La señora varias ocasiones llegó a asistir acompañada del señor, un viejito con problemas visuales. Aún con esto, acompañaba a su señora a lo que se podría llamar una de sus fuentes de diversión. Aún así, la señora asistía una que otra vez. "Me dijo mi esposo que viniera a distraerme un rato. Que el se iba a dormir ya". Carmen seguía visitándonos. Pero no como antes. 
En los últimos días del año pasado, nos visito. 
-"¿Cómo se encuentra Carmen? Tanto tiempo sin verla"
- "Ay muchacho, es que traigo una gripe bastante fuerte. Y aparte mi marido sigue enfermo. Vengo un rato a distraerme"
- "Cuídese Carmen, este clima tan frío esta bien canijo. Y luego con gripe, es de cuidado".
-"Ok mijo, vuelvo al rato".
Una visita regular. Después de ese día no la volví a ver. Hasta hace unas horas.
Carmen llega acompañada de su hermana, llegan un tanto "contentas", platicando, preguntando por promociones, y demás babosadas casinescas.
-"Hola Carmen! Buenas noches. ¿Cómo esta? Ya rato sin verla.
-"Pues bien mijo. Aquí ando".
- "Y aún sigue malita verdad. Esa gripe no la deja".
- "Así es. Todavía te acuerdas como venía la otra vez. No me suelta, pero a ver si ya se me pasa".
Una plática sencilla como las de siempre. Según mi conocimiento del cliente. Regresará en un rato más para checar su tarjeta y opinar sobre los acontecimientos de la sala. Por lo pronto, a seguir con mis labores...
5 minutos después, de reojo veo que alguien se acerca... Es Carmen. Se me queda viendo y me dice lo siguiente:
-"Mijo, no te dije ahorita, pero para que sepas... Mi esposo falleció".
 Viéndome a los ojos, con la mirada entre triste y resignada... Pero con un dejo de esperanza, algo había en esa mirada. Nostalgia, ese añorar al ser amado de tanto tiempo.
-"Si lo recuerdas, verdad? Ya casi no venía últimamente porque estaba muy mal. El problema de la vista y su enfermedad se lo negaban."
-"Y ahorita mi hermana me dijo que viniéramos para no estuviera triste ni sola en mi casa. Pero ni ganas de estar ahí. Pero no tengo ganas tampoco de salir"
 Y el shock se hizo presente... El corazón se me hizo chiquito y me dieron ganas de llorar. Sólo pude tomar con mi mano mi cara. Ver a Carmen, y verla en ese momento fue impactante. Esa relación forjada en el prestar un servicio de golpe y porrazo pasó a algo más íntimo, más real, más profundo. El confiar una noticia de tal magnitud, es algo muy fuerte. Sólo atiné a calmarme poquito. A dejar que ese shock no fuera tan notorio. Que mis ojos no lagrimaran. Y tomar la mano de la señora y sólo atinar a comentar un: "Lo siento mucho, Carmen, de corazón".

El vivir esto me sirvió de algo. En cierto modo creo que esto es bueno, ya no soy tan frío como antes. Los cambios que experimenta uno de un año a otro. Y el aprender a valorar la vida. Eso lo tengo cada día más presente. El saber que Carmen no dejo de estar ahí para su ser querido, su compañero de viaje. El verla herida, pero fuerte. El saber que hizo hasta lo imposible por su esposo. Me impactó. Eso puede pasarme a mi, a cualquiera. En algún momento de mi vida estaré en ese lugar. Al lado y hasta el final de la persona que será mi compañera en esta travesía tan bizarra a la que llamamos vida. Y quizá llegué a tocar a alguien, que escribirá algo como lo que plasmé ahorita. 


Cambio y fuera.

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